David Choquehuanca Céspedes (n.1961)

Activista indígena y del movimiento campesino, político aymara y Canciller de Bolivia.

Nacido en la población de Huarina (La Paz), el 7 de mayo de 1961. Realizó sus estudios primarios en la escuela de su comunidad, Cota Cota Baja (a orillas del Lago Titicaca), donde aprendió a hablar español a la edad de siete años. En 1971, a sus diez años, regresó a la población de Huarina para continuar con sus estudios secundarios, siendo bachiller del Colegio General José Miguel Lanza (1980).

A comienzos de los años ochenta, fue postulante a la carrera de filosofía en la Escuela Normal Superior Simón Bolívar de La Paz, pero terminó apoyando a las organizaciones del movimiento campesino, especialmente a la Confederación Sindical Única de Campesinos de Bolivia (CSUTCB). En el año 1985 accedió a una beca de la República Socialista de Cuba para estudiar en la Escuela Nacional de Formación de Cuadros Niceto Pérez, que le dio una formación marxista.

Desde 1998 hasta 2005 trabajó en el Programa NINA, espacio de formación y capacitación, desempeñándose como coordinador nacional. Dicho programa le significó una universidad junto a dirigentes del Movimiento Campesino Indígena. Fue nombrado asesor de las organizaciones y de los diputados indígenas durante seis años. En 1990 cursó un posgrado sobre Historia y Antropología bajo el auspicio de CIDES- UMSA (Universidad Mayor de San Andrés), en La Paz. Entre los años 2001 y 2002 cursó un diplomado superior sobre Derechos de los Pueblos Indígenas en la Universidad Cordillera. Desde entonces predica una visión étnico-cultural de la política.

El 22 de enero de 2006 fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Evo Morales, fecha desde la cual se mantiene en el cargo como supuesto heredero político de Evo Morales. En efecto, el jefe de la diplomacia boliviana es un hombre clave y leal a Evo. De acuerdo con una encuesta publicada en su momento por el diario local Página Siete, Choquehuanca tendría un 80% de apoyo para ser eventualmente candidato del oficialismo en las elecciones de 2019.

Para el politólogo Diego Ayo, el ministro de RREE y Culto de Bolivia representa el ala indigenista dura y radical del MAS, a la que probablemente pertenece la mayor parte de los dirigentes aymaras. Este grupo tiene sus raíces en el movimiento indígena katarista, que emergió en los años 70 en medio de la lucha por sacudir al campesinado aymara de la tutela militar en el altiplano. En su discurso, hay referencias recurrentes a la «revolución democrática y cultural» y al proceso de descolonización en Bolivia. También dijo en su momento que "harían un Gobierno de puro aimaras con un solo blanco", lo que para el analista político Iván Arias lo ubica entre los más retrógrados de los dirigentes del MAS.


ARTÍCULO:

El «último inca»: INCApacidad en la Cancillería de la plurinacional Bolivia

Artículo
Pukara, enero 2015
Carlos Macusaya

Si no existe una renovación radical en el tema indígena, este gobierno pasará a la historia como el fiasco descolonizador más estrepitoso, al haber encubierto esa tarea con una impostura indigenista pueril y esotérica.

El canciller de Bolivia, David Choquehuanca, quien suele personificar (cómicamente) el papel que más gusta a los gringos —el de “sabio indígena”—, volvió con sus ridiculeces; en esta ocasión, y como un hilarante y patético regalo navideño del 2014, afirmó: «Yo soy el último inca, de verdad, investiguen». Así, Choquehuanca expresa la ineptitud de alguien que, ejerciendo un alto cargo, sólo se refugia en ideas disparatadas para poder auto consolarse en su INCApacidad. A diferencia de años anteriores, el 2014 Choquehuanca apareció muy poco en los medios. La verdad, no se extrañó su presencia, menos aun sus absurdas palabras. De hecho, el bajo perfil político que su figura ha ido tomando ha sido algo saludable para el gobierno. Aún así, el canciller se las arregló para llamar la atención, muy a su estilo indigenista (no indianista ni katarista), con sus insultantes ocurrencias, tal fue el caso del reloj invertido en la Plaza Murillo.

La importancia del papel de Choquehuanca en el gobierno es que es su imagen internacional: la imagen de exportación de lo que es el indígena. Su papel tiene fuerza simbólica hacia afuera y por ello aun sigue fungiendo como canciller, función que cumple sin descollar en negociaciones y relaciones internacionales, aspectos fundamentales en la función de cualquier canciller. Choquehuanca destaca no por ser un gran diplomático, ni mejor negociador (cualidades lejanas en este señor), sino por sus afirmaciones desvinculadas de la labor que debería cumplir, afirmaciones que además se enmarcan en los estereotipos que sobre los “indígenas” tienen los “occidentales” y por ello es visto en el ámbito internacional como portador la “sabiduría indígena”. Su palabra es tomada como válida y seria; sin embargo, Choquehuanca expresa, no las aspiraciones, sueños o luchas de los “indígenas”, sino simplemente una moda “occidental” en la que el indígena es algo exótico y opuesto a lo “europeo”. Desde que David Choquehuanca se hizo famoso asumiendo el cargo de canciller de Bolivia, el año 2006, muchos creen que él expresa la “sabiduría ancestral de los pueblos indígenas”, lo que es puro prejuicio. El cargo que viene “ejerciendo” fue la catapulta que lo posicionó a nivel internacional, pero su imagen es eso: pura imagen. David Choquehuanca, nacido en 1961, viene de una de las regiones más evangélizadas del altiplano: Huarina. Más que portador de una “sabiduría ancestral”, es heredero de la sabiduría de la religiosidad “occidental”: el misionerismo protestante, con todo y su rígida verticalidad. Ello es una evidencia, entre tantas otras, de la vida real de los indígenas, la cual dista mucho de lo que se imaginan los “occidentales”. Sin embargo, cuando se habla de la sabiduría “ancestral” del canciller, y cosas similares, se olvida o se omite su cuna “occidental” protestante.

Política e ideológicamente, Choquehuanca es uno de esos individuos que, después de la caída del Muro de Berlín (1989) y la disolución oficial de la Unión Soviética (1991), abandonaron su fe en el marxismo y se refugiaron en las ideas de la moda postmoderna europea sobre el indígena. Su “sabiduría” no responde a las luchas históricas de los movimientos indígenas sino que es fruto del derrumbe soviético y de las ONG’s. De hecho, su palabra no representa el “pensamiento indígena”, sino de las ONG’s, discurso elaborado en función de proyectos “aceptables” para ser financiados. Su acercamiento al marxismo se dio en la escuela por influencia de Juan Rodriguez, profesor de filosofía, quien le regaló un libro marxista cuando cursaba segundo medio, a finales de los años 70, del cual dice: “el único libro que he terminado de leer ha sido ese, el de Georges Politzer”2 . Entonces Choquehuanca no tenía nada que ver con las ideas que hoy pregona, menos aun con los movimientos indianistas y kataristas que estaban ya formados. A mediados de los años 80 tenía vínculos con el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) — organización que había tenido una relación estrecha con algunos militantes kataristas en años anteriores— organización que le facilitó una beca para viajar y formarse políticamente en Cuba: “los miristas me dicen: ‘tenemos dos becas para Cuba’ y se abre esa posibilidad. Y yo digo, ‘quiero ir’

Su formación marxista, desde que un profesor suyo lo introdujo en esa corriente, pesó de modo determinante en la forma en que él veía el país dirigido por Fidel Castro: “Era un sueño llegar a Cuba”. Por aquel entonces, como tantos otros marxistas, Choquehuanca quería conocer la Cuba socialista; entonces no le interesaba el sexo de las piedras, los poderes afrodisiacos de la papalisa o leer en las arrugas de los abuelos. Choquehuanca dice de él y de las personas con quienes trabajaba en aquellos años: “nosotros éramos marxistas”. Abandona su fe a inicios de los 90: “Cuando nosotros nos reuníamos en los años 90, los aymaras decían: ‘queremos volver a ser, porque La Paz, nosotros hemos dejado de ser, ya no queríamos ser’”. Fue en esos años que se “tropieza” con el problema del ser aymara, no cuando vivía en su comunidad, sino cuando el Muro de Berlín ya había caído y la Unión Soviética se había disuelto.

Es cuando pierde el referente material más importante de sus certezas ideológicas marxistas, la URSS, que él se refugia en algo que no encontró en su comunidad ni en su militancia marxista, sino en su trabajo en una ONG: “El 89 empiezo a trabajar en la ONG Nina”7 . Su “encuentro” con el tema “indígena” y “su” identidad tiene que ver con su trabajo y la búsqueda de financiamientos para sostenerlo. No se trata de “herencia ancestral” sino de problemas surgidos después de la caída del “socialismo real” y del protagonismo político y económico que fueron tomando las organizaciones no gubernamentales. Ya desde que en Bolivia se implementó el Decreto Supremo 21060 muchos dejaron el marxismo, lo que fue coronado con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la disolución de la URSS en 1991. Muchos de estos «marxistas renegados» tomaron los símbolos y discursos indianistas y kataristas, previa “purificación” de su contenido político-subversivo, obra nada inocente en la que se destacaron varias ONG’s. Pero, además, es en los años 80 que el indianismo empieza su decadencia y degenera hasta confundirse con el indigenismo, contribuyendo de esta manera en la formación del pachamamismo. Así, las ideas indianistas y sus símbolos, que antes eran despreciados y rechazados, serán tomados por los ex marxistas, pero no en su sentido histórico, sino místico. La experiencia histórica de lucha en la que se formaron tales ideas y símbolos será enterrada por “racista” y otras organizaciones e instituciones tomarán sólo lo menos peligroso para los grupos dominantes. De ello se alimentará Choquehuanca en la búsqueda de mantener su trabajo y formar lo que él cree que es aymara. Antes de las elecciones de 1993, en las que Víctor Hugo Cárdenas llega a ser Vicepresidente, David Choquehuanca peregrinaba tras un proyecto político, sobre ello dice: “el líder, el ideólogo, era Víctor Hugo Cárdenas, y nosotros aprendiendo”. ¡Él aprendía de Cárdenas, a quien veía como líder e ideólogo! No habla entonces de alguna supuesta “sabiduría ancestral”. Siendo Cárdenas un militante histórico del movimiento kataristas, no es de extrañar que alguien que recién estaba descubriendo su identidad, como David Choquehuanca, lo haya visto como líder, ideólogo e incluso como maestro.

El proyecto no llegó a buen término y Cárdenas fue por su camino, llegando a la vicepresidencia acompañando a Gonzalo Sánchez de Lozada. Por el año 1998 nuestro actual canciller conversa con Felipe Quispe, quien recién había salido de la cárcel, para proponerle ser candidato a la dirección de la CSUTCB. Felipe Quispe recuerda de esa conversación que David Choquehuanca se le acercó pidiéndole perdón por haber plagiado varios pasajes de su libro publicado en 1988: Tupaj Katari vive y vuelve carajo. Choquehuanca, según cuenta Quispe, le dijo entonces: “hermano me vas a disculpar, yo de aquí he sacaw muchas cosas, no te he citado, no me vas a hacerme el juicio” y Quispe lo perdona y no le hace juicio. El hecho es importante pues muestra que Choquehuanca, para ser visto como el sabio, tenía idea sobre los indianistas pero no los citaba, como muchos otros han hecho y todavía lo hacen; además estaba plenamente consciente de que cometía un delito.

También David Choquehuanca nutrió su repertorio con las ideas de Germán Choquehuanca, a quien invita a las actividades de la ONG en que trabajaba: “yo invitaba a Germán Choquehuanca” . Recordemos que el padre de la actual wiphala es Germán Choquehuanca, quien se hace llamar “Inka Waskar Chukiwanka” quien escribió varios trabajos tratando de dar un sentido precolonial y místico a este símbolo. Llama la atención las palabras de David Choquehuanca al referirse a la wiphala, pues muestran al “autentico” personaje que ejerce el cargo de canciller en Bolivia; él dice: “La wiphala está relacionada con el equilibrio, con el consenso, con la complementariedad. Cuando levantamos eso queremos decir: ‘Queremos que las decisiones se tomen mediante el consenso’, por eso levantamos nuestras wiphalas” . Sin embargo, cuando nuestro patético canciller habla de la wiphala tiene el cuidado de no citar a Germán Choquehuanca, a quien conocía e invitaba a sus eventos y quien es el verdadero creador de las formulaciones que él repite. De esa forma evitar mencionar a su fuente de ideas y aparece como heredero de una “sabiduría ancestral”. Esa actitud hipócrita y oportunista no tiene nada que ver con el “equilibrio”, “consenso” y “complementariedad” que tanto cacarea. Pero, seguro que ni siquiera tiene idea de cómo fue emergiendo ese símbolo, allá a finales de los años 60, pues entonces era totalmente ajeno a la lucha indianista que simboliza la wiphala.

La “sabiduría indígena” de que presume Choquehuanca no la extrajo de sus ancestros, sino que la plagió de los indianistas. De tal forma, algunas ideas y símbolos del indianismo fueron acomodados a los intereses de quienes financiaban su trabajo en la ONG Nina. Claro, como ya se dijo, plagio que se hizo dejando de lado el sentido subversivo y político de tales ideas, dando únicamente atención a los aspectos más inofensivos, al punto de esoterizar tales ideas y símbolos. Este trabajo no fue muy difícil contando, por una parte, con financiamiento, y por otra parte, teniendo indianistas ya perdidos viviendo su decadencia. No se tomó en cuenta lo mejor del indianismo, entre los años 60 y 70, por peligroso, pero sí las ideas de la degeneración indianista, que se dio en los años 80. Claro, la excepción fue el EGTK, que se formó a contra corriente. Mientras el culturalismo emborrachaba a muchos indianistas, el EGTK volvió a poner el acento en la lucha y no en el rito, rito folklorizado que los q’aras gustan difundir como el indianismo “autentico”.

El fruto de la degeneración indianista fue el alimento de varios proyectos de ONG’s que siempre tuvieron cuidado en no hacer referencia a los indianistas, encubriendo esos aportes como “sabiduría ancestral”; con ello los indianistas quedaban fuera de su propia obra. Pero volvamos al autoproclamado Inca, David Choquehuanca. Recordemos que él hace hincapié en que los indígenas (por tanto él) siempre hacen las cosas en consenso, comunitariamente. Esta idea que repite constantemente no tiene que ver con su experiencia y vida política, sino con la moda actual. En los años 80, cuando visitó Libia, nunca consensuó con nadie a quienes podía invitar, simplemente escogía a sus amigos, como la gran mayoría lo hace: “Hicimos varios viajes a Libia… he llevado a mis amigos, a mis amigas, varias veces”.

Choquehuanca no tuvo vida comunitaria, sólo un discurso comunitario por obligación de trabajo en ONG’s y por moda. David Choquehuanca poco sabe de las luchas históricas que dieron lugar a la aparición de símbolos como la wiphala o la figura de Tupaj Katari. Su alusión a los ancestros, a los “abuelos”, es la mejor manera de encubrir su lejanía y distancia con tales luchas y sólo le sirve para ser visto como “sabio” por quienes están en peor situación que él respecto a conocer las luchas que configuraron la voluntad política de formar un “gobierno indio”.

A nuestro canciller le hubiera servido mucho “leer las arrugas” de Luciano Tapia para saber sobre luchas reales y concretas, no imaginaciones místicas. Tapia murió hace no mucho, pero aun podría “leer las arugas” de Constantino Lima o de Felipe Quispe, y aunque llegue a plagiar algunas “arrugas”, tal vez así aterrice en experiencias ricas, duras, amargas y concretas de lucha, ello le ayudaría mucho, no en su labor de canciller, sino en dejar de hacer el ridículo y de ridiculizar a los “indígenas”. Pero Choquehuanca considera que “el ser humano está en último lugar”, así que, quizás, estaría más cómodo con una lechuga que tratando de aprender de los líderes históricos sobre la lucha por un “gobierno indio”. En una región aculturada como la que nació Choquehuanca es difícil creer que de niño le hayan dado coca y no leche, lo que justificaría su sugerencia de que se crie así a los niños y otros disparates que expresa. ¿Antes de sus declaraciones consume mucha papalisa? Recordemos que él afirma que la papalisa es más efectiva que el viagra y que cuando habla en público parece estar en un estado alto de excitación... Tal vez simplemente hay que dejar de buscar justificativos para esas ridiculeces.

En definitiva, Choquehuanca no es un “sabio indígena”, actúa y habla lo que gusta escuchar a financiadores “occidentales”. Como él hay muchos que se las dan de sabios y “viven bien” estafando a la gente. Es una forma de ganarse la vida usar el lenguaje que usa Choquehuanca. Javier Medina, quien se inventó el “vivir bien”, sabe que inventar delirios sobre los indígenas genera financiamientos que permiten “vivir bien”, aunque en ese juego ni él ni su casta pierden, mientras que las payasadas de David Choquehuanca quitan crédito, ridiculizan al indio, y refuerzan los estereotipos racistas sobre los indígenas, al ser un testimonio del prejuicio de que los indígenas en la función pública no tienen la idoneidad para estar donde están.